A Sara Elena, María
Elena, Doeni, Gustavo, Ivonne, Mayra, Liliana, Marilú y Alfonso
A todos mis alumnos y
exalumnos de matemáticas de la Facultad de Ingeniería de la UNAM
A todos los jóvenes
mexicanos
Si el 11 de mayo fue un viernes negro para Enrique Peña, por el
rechazo manifiesto de los jóvenes estudiantes de la Universidad Iberoamericana,
el 2 de julio fue un lunes negro para México, por el resultado de la elección
presidencial. La diferencia está en que, para Peña, el trago amargo ha durado
menos de dos meses, en tanto que, para los mexicanos, la amargura tendrá una
duración de al menos seis años.
Conforme a las reglas electorales, pareciera que Peña Nieto ganó la
presidencia, ya que votaron por él cerca de 19 millones de ciudadanos, aunque
eso si, hubo 30.5 millones de mexicanos que no sólo no votamos por él, sino que
además, lo vomitamos. Al recordar los porcentajes de votación de los comicios
de 2006, se torna evidente la conveniencia de implantar la segunda vuelta en
los comicios electorales, para que el ganador tenga, al menos, el 50% de la
votación más uno, en pro de su legitimidad.
Nadie que haya vivido el régimen gubernamental priista, durante la segunda
mitad del siglo pasado, puede celebrar el retorno del PRI a los Pinos: basta recordar
los movimientos magisterial y ferrocarrilero de 1958, la matanza de Tlatelolco
en 1968, el jueves de Corpus en 1971, la persecución de disidentes en los años
70, el fraude electoral de 1988, las privatizaciones salinistas, el TLC en
1992, el Fobaproa y la masacre de Aguas Blancas en 1995 y la matanza de Acteal
en 1997. Los jóvenes menores de 29 años, no pudieron ver nada de esto o no se
dieron cuenta y sólo tienen referencias documentales.
No obstante, durante este siglo, de gobiernos panistas, los jóvenes si
se han podido percatar de que el PRI no se distingue por cosas buenas; sirvan
de ejemplo los gobernadores Arturo Montiel del Estado de México, Mario Marín de
Puebla, Ulises Ruiz de Oaxaca, Fidel Herrera de Veracruz y Tomás Yarrington de
Tamaulipas, cada uno de ellos célebre por algún atributo indeseable, y el
propio Peña Nieto, ilustre por sus corruptelas, por la represión en San
Salvador Atenco y por su vínculo con los poderes económicos.
En su discurso de la noche del domingo, EPN dijo que México había
ganado; se dijo emocionado por la decisión adoptada por los mexicanos a favor
de un cambio con rumbo; les agradeció a los ciudadanos por haber hablado con sus
votos y señaló que fueron ellos también quienes los contaron y quienes supervisaron
el proceso electoral. Celebró el
profesionalismo, la imparcialidad y legalidad del IFE, para efecto de brindar
certeza a los mexicanos; reconoció la vocación democrática de Felipe Calderón,
por su conducta durante la campaña electoral y apreció su llamada telefónica
para felicitarlo. Luego de agradecer a sus colaboradores y familia cercana su
apoyo permanente durante la campaña, enfatizó su gratitud y reconocimiento para
los millones de mexicanos que votaron por él, que confiaron en su proyecto, ya
que con ello ganaba la democracia y ganaba México. Finalmente, invocando el
amor por México, hizo un llamado a los adversarios partidistas para la
reconciliación, una vez que la jornada electoral hubo concluido, y ofreció producir
resultados, con una nueva forma de gobernar.
Si nos atenemos a la forma en que gobernó el Estado de México, el
futuro no es nada prometedor; los resultados ahí obtenidos, conducen a una valoración
que no sólo parece pobre, sino que es desastrosa; los compromisos que realmente
si cumplió fueron insignificantes, en tanto que no hizo prácticamente nada por
la educación, la seguridad y el combate a la corrupción, que eran lo
importante.
Sus adversarios políticos y seguidores no podemos aceptar la
reconciliación que pide, porque sabemos que ni siquiera él se da cuenta de
quien es y lo que representa. Como platicara Andrés Bustamante, durante la
transmisión electoral, siguiendo una analogía, a EPN se le puede ver como el
alacrán que le pide a una ranita, representada por sus adversarios, que lo
lleve en su lomo para cruzar el río; el propio alacrán cree que puede llegar a
salvo a la otra orilla, pues no tiene la intención de picar a la ranita, ya que
él mismo perecería; pero la ranita conoce la naturaleza del alacrán y sabe que
terminaría picándola, irremediablemente, porque hay una fuerza superior que
está muy por encima de los buenos propósitos que pudiera tener ahora. Mientras
exista, así será el PRI, y si dejara de serlo, dejaría de ser el PRI; por eso, cuando
Colosio intentó salirse del huacal, lo asesinaron.
Algo parecido les sucede a “los periodistas que día a día nos dan la
noticia”. No podemos imaginar, que desde sus inicios hayan sido tendenciosos,
insidiosos y mentirosos; al principio deben haber tenido el propósito de hacer
buen periodismo, pero no los dejaron, tenían que seguir la línea editorial del
medio, o eran despedidos; es el caso de Jorge Saldaña, Carmen Aristegui, José
Gutiérrez Vivó o María Elena Meneses, quienes contrastan, por ejemplo, con
Joaquín López Dóriga, Denise Maerker, Ciro Gómez Leyva y Javier Alatorre.
Cuando empezaron, parecían grandes prospectos del periodismo; actualmente se
han vuelto muy famosos y se la creen, sin serlo, y no alcanzan a darse cuenta
de lo manchados que han quedado.
No es verdad que los casi 19 millones de mexicanos que votaron por EPN
y le dieron el triunfo, se pueda traducir en una ganancia para la democracia; por
el contrario, al no ser un triunfo obtenido en buena lid, ya que al menos 5 millones de esos votos fueron
logrados en forma fraudulenta, la democracia ha perdido, violentada de todas
las maneras imaginables, burlando todas las reglas establecidas. Primero, en
una etapa muy anterior a los comicios, con una campaña de construcción de
imagen, en trastupijes con Televisa, lo cual ha sido denunciado no solo por
periodistas nacionales, sino por el diario londinense The Guardian, uno de lo más prestigiados a nivel mundial. La
sociedad exige que esta negociación quede totalmente aclarada, para bien de la
ciudadanía, especialmente si Peña llega a ser designado presidente electo, puesto
que existen tres versiones de la historia: que fue Televisa quien eligió a EPN
como futuro presidente, contratándolo para tal efecto, como directivo de alto
rango; que fue el PRI el que buscó los favores de Televisa, a cambio de futuros
favorsotes; o que fue EPN el que buscó a Televisa para que lo promoviera como
candidato a la presidencia, pagándole muy bien. Por supuesto que desde una
perspectiva ética, ninguna de las versiones es aceptable; los documentos que
ofrece The Guardian parecen inclinarse
a la tercera versión como más probable.
Durante la campaña electoral, el PRI rebasó con creces los topes de
campaña, se dice que hasta en 15 veces, sin que se conozca el origen de los
recursos; muy malo sería, si se tratara de recursos públicos, porque entonces se
infiere que provienen de las arcas de los estados, donde los gobernadores
priistas dispusieron discrecionalmente de los erarios estatales, obtenidos de
impuestos pagados por el pueblo mismo; igual de malo sería, si se trata de recursos
privados, pues se colige que fueron desembolsados por una clase empresarial, que
seguramente exigiría, a cambio, que se mantengan sus privilegios fiscales y
demás prerrogativas.
Es claro que el flujo de dinero a raudales por parte del PRI se
tradujo en una inequidad, que ha sido evidenciada de diversas maneras; por
ejemplo, con los espectaculares contratados, cuya erogación, resultado de
multiplicar su número por el costo unitario, prácticamente agotaría el tope de
campaña de 336 millones de pesos; otro ejemplo es el evidente derroche en gastos
de transporte, en helicópteros y jets privados utilizados por el candidato para
sus traslados, a diferencia de AMLO, que siempre se movió en líneas aéreas comerciales,
en camionetas y hasta en metro.
Todos sabemos que la estructura priista es muy fuerte y experimentada;
pero también sabemos que en el 2006 casi quedó reducida a cenizas. Se han
podido levantar de la lona, más por los graves errores tanto del gobierno
federal, como de la propia izquierda, que en el Congreso, dejó que el PRI
asumiera el papel de principal opositor. Pero requería bases, había que
construir desde abajo, sin plataforma partidista y sin líderes, porque no los
tiene; lo único que les quedaba era recurrir a las viejas prácticas corporativas
del acarreo, y por ende, hubo que invertir muchísimo dinero en los traslados de
los acarreados, en los refrigerios para cada uno de los mítines, en el reparto
de miles de caros paquetes de chuchería y media, en la compra de grandes
volúmenes de despensas y de materiales de construcción, que le permitirían a algunas
familias comer durante ocho días o contar con un pedazo de techo de lámina.
Obviamente, nada de esto era de a gratis; la gente se comprometía a pagar con
su voto por EPN. Curiosamente fue en su cierre de campaña en el Estadio Azteca,
donde Peña pidió el voto para acabar con las viejas prácticas de la política, este
discurso contrastó mucho con un estacionamiento del inmueble abarrotado por autobuses
de pasajeros que habían transportado a los acarreados, con los que sin embargo,
no fue posible llenar el estadio y hubo que recurrir a maniquíes de trapo que simulaban
un lleno; el nulo entusiasmo de los asistentes, hacía difícil identificar a unos
y otros. Ese es el nuevo PRI.
La necesidad del pueblo es muy grande, de modo que ante la posibilidad
de obtener una ayuda en dinero o en especie, mucha gente la aceptó, sin
chistar, a cambio de su voto. Esa gente no sabe que esas dádivas del PRI siempre
se las cobra al pueblo, de alguna manera, porque no dan paso sin huarache. A
diferencia de 2006, en donde el fraude electoral consistió básicamente en el
extravío de boletas en un gran número de casillas, el exceso de boletas en otro
gran número de casillas y la transcripción errónea de datos, del acta al
sistema de cómputo, ahora ante las nuevas reglas de escrutinio, el PRI organizó
a sus operadores electorales por regiones, empleando diversos métodos de compra y coacción del voto, desde
las viejas triquiñuelas tales como el carrusel o el ratón loco, hasta otros más
modernos, apoyados en la tecnología de los celulares, como los niños halcones, así
como el uso de nuevas artimañas electorales, tales como la entrega de tarjetas
de débito o monederos electrónicos para adquisición de mercancía.
Hace menos de diez días se hicieron las denuncias correspondientes
ante el IFE y la FEPADE; no conocemos el resultado de las investigaciones, ya
que éstas requieren de cierto tiempo para su desahogo, pero lo que si hicieron
las autoridades electorales fue negarse a que, durante la jornada electoral, se
congelara el flujo de dinero de una cuenta con Grupo Financiero Monex, en la
que mediante triangulación se financiaron 9 mil 924 monederos electrónicos, con
valor total de 70 millones 815 mil 534 pesos, que podrían estar destinados presumiblemente
a la compra de votos. Es obvio que las denuncias presentadas por PAN y PRD, no
suponen que el PRI tenga una cuenta con Monex, se les acusa de corruptos, no de
tontos. Hasta la fecha no se ha dado a conocer el nombre de la interpósita
persona moral o física que tiene tal cuenta, pero ésta podría estar relacionada
también con el contrato que firmó el empresario estadounidense, de origen
mexicano, José Aquino, con el empresario norteño Alejandro Carrillo Garza Sada,
supuestamente para promover la imagen de Peña Nieto en los Estados Unidos.
En el Estado de México, la compra de votos se orquestó a través del
reparto de 1 millón 800 mil tarjetas de la tienda Soriana, con el logotipo de
la CTM, precargadas con montos que van de cien a mil pesos cada una; son las
modernas despensas que el PRI entrega a cambio de votos. Durante toda esta
semana, los poseedores de estas tarjetas se desbocaron en las tiendas de
Soriana, en la zona oriente del Distrito Federal y en la conurbación con el
Estado de México, para adquirir mercancías; son muchos los que se han quejado
de que su tarjeta no tiene saldo o no tiene el saldo prometido, no obstante
haber votado por el PRI o por haber convencido y acarreado a vecinos hacia las
casillas; dicen en la calle, que ya ganó Peña Nieto y a ellos no les han pagado.
Existe un video en el que la candidata del PRI al Senado, María Elena Barrera,
les habla de estas tarjetas a habitantes del Municipio de Valle de Chalco; es
obvio que, la remuneración por voto no la podrían ofertar en la Colonia del
Valle, ni en Polanco, sino precisamente en los cinturones de miseria, en los
que la gente puede justificar la entrega de su voto, hasta por 100 pesos, por
pura necesidad; el dinero que les ofrece el PRI, aquí y ahora, no lo pueden
desdeñar, en espera de un posible mejor futuro, que quizá no lleguen a ver.
Apenas una semana antes de la elección, los maestros disidentes
agrupados en el CNTE, a través de su comité ejecutivo, informaron a la opinión
pública sobre el llamado operativo Ágora, plan estratégico con el que el
Sindicato de Trabajadores de la Educación, comandados por la maestra Elba
Esther Gordillo, buscaría captar 5 millones de votos, con un costo de 151
millones 277 mil 750 pesos; el operativo no sería en favor del candidato del
PANAL, partido de la maestra, sino en favor de Peña Nieto; es fácil colegir,
que el supuesto rompimiento entre PRI y PANAL, a principio de año, no fue sino
una simulación maquiavélicamente concertada que resultara beneficiosa para
ambos personajes y para poderse dar apoyo mutuo. Ahora se puede corroborar en
el PREP, que la votación para senadores por Nueva Alianza, superó en casi 850
mil votos al sufragio asociado a presidente. Las autoridades electorales
deberán investigar si tal evento es simple casualidad y si no hubo arreglos similares
con otros sindicatos afiliados al PRI, como el STPRM.
Es muy posible que, durante la campaña, el PRI también haya tenido que
pagar por la obtención de varias series de encuestas favorables al candidato; hubo
tal coincidencia entre las series de encuestas de Gea-Isa, Buendía &
Laredo, Parametría y Mitowsky, que la gente terminó por creerles, lo que hace
sospechar que había un acuerdo entre ellas, con el propósito de inducir el voto
a favor del puntero, pues en los porcentajes de AMLO y JVM se quedaron cortos y
en el de EPN se sobregiraron; y no es imaginable que hayan pretendido
incorporar a sus modelos la compra y coacción del voto que, en todo caso,
parecieron haber sobrestimado. Las casas encuestadoras involucradas tendrán que
explicar, si pueden, el porqué de la coincidencia entre ellas, en cuanto a la
diferencia entre EPN y AMLO, que se estimó entre el 12% y el 15%, comparada con
la real, que fue de 6.5%
Se sabe que la jornada electoral estuvo plagada de irregularidades,
ampliamente ejemplificadas a través de videos que circulan por las redes
sociales; hubo de todo: mensajes a celulares del PRI y del Verde, patrullas con
propaganda del PRI, acarreo de gente en taxis para votar por el PRI,
intimidaciones y amenazas por parte de policías o porros priistas, gente
golpeada, votos encontrados en basureros, boletas pre-marcadas pro PRI, robo de
boletas, quema de boletas, robo de urnas y extravío de actas. Aunque tales
irregularidades no fueron generalizadas, su conjunto si se tradujo en una
condición de inequidad en la contienda electoral, cuya consecuencia más
importante fue la compra y la coacción del voto por parte del PRI, que si fue
generalizada y ocurrió prácticamente en todo el territorio nacional, especialmente
en los estados cuyos gobiernos son priistas, donde los gobernadores fueron los
que orquestaron los operativos.
Numéricamente, el otro asunto de gran importancia ha sido la enorme
cantidad de personas que se quedaron sin emitir su voto para presidente, al
encontrarse fuera de su sección territorial, ya que el número de casillas
especiales que el IFE habilitó, con 750 boletas electorales cada una, no fue
suficiente para atender la altísima demanda de votantes. Se estima que el
número de ciudadanos que se han quedado sin votar es superior a 2 millones, una
inmensa mayoría de los cuales son profesionales en tránsito, que es mucho más
probable que simpaticen con el PAN o con el PRD, y no con el PRI. En descargo
del IFE, cabe decir que éste actuó conforme a los lineamientos de ley acordados
con todos los partidos, y será necesario que en elecciones futuras, el número
de casillas especiales se asigne conforme a la demanda de votantes foráneos.
Algunos observadores o críticos extranjeros han dicho que los
mexicanos somos masoquistas, porque aun sabiendo la clase de gobierno que nos
espera, nosotros lo hemos elegido, con nuestro voto; yo aseguro que no ha sido
masoquismo, pues al menos el 62% de la población se inclinó por otras
alternativas y una gran parte de la gente que votó por el PRI, muy
probablemente más de 5 millones, lo hizo de manera inconsciente, a cambio de
cacahuates, como consecuencia de que ha sido entrenada para recibir dádivas.
Como en el juego de Maratón, México es ahora un país en el que ha ganado la
ignorancia, esa ignorancia inducida por el duopolio televisivo, de la que se
siente tan orgullosa una gran parte de la población, cuyo arquetipo más visible
es Enrique Peña Nieto.
Un fraude electoral se define como la conducta por la cual, a través
del engaño, la manipulación, la falsificación, la distorsión, el despojo, la
elusión, la obstrucción o la violencia, ejercido en cualquier fase del proceso
electoral, se busca impedir la celebración de elecciones periódicas, libres y equitativas,
o afectar el carácter universal, igual, libre y secreto del voto ciudadano. El
fraude constituye un atentado contra la libertad electoral y la transparencia
de los comicios, destinado a distorsionar deliberadamente el ejercicio libre
del sufragio y, por ende, la directa manifestación de la voluntad popular en
las urnas.
Al revisar acuciosamente la
definición de fraude, es fácil advertir que las elecciones de 2012, en México,
han sido a todas luces fraudulentas, pues prácticamente todas las conductas contrarias
a la libertad y la equidad, son las que han caracterizado al PRI. Ahora, el
fraude no está, desde luego, en la manipulación numérica que condujo al cálculo
de los porcentajes obtenidos por los candidatos; una vez que se hayan realizado
los conteos distritales y los recuentos de urnas en las que las actas hayan
presentado inconsistencias visibles, seguramente habrá pequeños ajustes, pero
no se espera que ocurran cambios numéricos significativos; no obstante, esta
etapa del proceso electoral si permitirá tener la certidumbre de que los votos
anulados estuvieron bien anulados, que los votos válidos fueron bien contados,
que los votos de cada partido, de cada coalición y de cada candidato fueron
bien transcritos y bien sumados. Lo fraudulento está en que gran parte de los
votos obtenidos por el PRI se logró a base de engaños, manipulaciones,
despojos, imposiciones y el doblegamiento de voluntades, ya sea a través del
trueque de la credencial de elector o mediante compra o coacción del voto.
El artículo 41 de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos establece que la renovación de los poderes legislativo y ejecutivo se
ha de realizar mediante elecciones libres, auténticas y periódicas; que la
participación del pueblo en la vida democrática del país ha de ser promovida
por los partidos políticos, mediante el sufragio universal, libre, secreto y
directo; y que queda prohibida la intervención de organizaciones gremiales ajenas
a los partidos políticos. Si aludimos al excesivo rebase del tope de campaña por
parte del PRI, que ha aplastado todo principio de equidad en la contienda y que
ha sido dirigido básicamente a la compra del voto, es claro que estos vicios de
origen fueron determinantes en el resultado de la elección. Y puesto que, como
dicen los abogados: “lo que es causa de la causa es causa de lo concausado”,
Peña ganó porque muchos de los votos que obtuvo, fueron comprados por el PRI.
En materia de impugnaciones, el Código Federal de Instituciones y
Procedimientos Electorales, señala que solamente es legal abrir un paquete
electoral, para poder contar todos los votos, cuando haya diferencias entre el
acta de cómputo distrital y las copias en poder de los partidos, cuando haya
señales evidentes de alteraciones en el paquete, cuando el número de votos
nulos anotados en el acta sea mayor que la diferencia entre el primero y el
segundo lugar, cuando la diferencia entre el primero y el segundo lugar sea
menor del 1%, o cuando todos los votos hayan sido para un solo partido; si se da
el caso en el que, a nivel distrital y según el PREP, la diferencia entre el
primero y el segundo lugar haya sido menor del 1%, habrá que volver a contar
todos los votos de todas las casillas del distrito.
Entre las causas de nulidad de una casilla destacan las tres siguientes:
que haya habido irregularidades graves y no reparables en la jornada electoral
o en las actas de escrutinio y cómputo, y que en forma evidente pongan en duda
la certeza de la votación y sean determinantes para su resultado; que haya
habido violencia física o presión sobre los funcionarios de casilla o sobre los
electores, siempre que éstas hayan sido determinantes para el resultado de la
elección; que se haya impedido el acceso a la casilla a representantes de
partidos o se les hubiese expulsado de ella; existen evidencias y testigos más
que suficientes para probar que estas tres causales efectivamente ocurrieron. Finalmente,
la Constitución establece que las salas del Tribunal Electoral solo podrán
establecer la nulidad de una elección presidencial por las causales
establecidas expresamente en la ley, entre las que destaca la que se refiere a
la nulidad de casillas en por lo menos el 25% de las casillas instaladas en el
territorio nacional y que no se hubiesen corregido en el recuento de
votos.
En cuanto a la vocación democrática de Felipe Calderón aludida por
Peña, habría que ver; para empezar, su legitimidad como presidente de México siempre
quedará en duda, por haberse negado a aceptar, en 2006, el recuento de “voto
por voto y casilla por casilla” que exigía el pueblo, con tal de sentarse en la
silla presidencial “haiga sido como haiga sido”; esa frase profundamente
antidemocrática convalida que “el fin justifica los medios”, que es un muy mala
enseñanza para los mexicanos. Otra frase aún más antidemocrática es la de “un
peligro para México”, que inventó él o su núcleo cercano, para quitarle votos a
AMLO, a la mala, lo que sin embargo, no logró. Su actuación no ha sido, desde
luego, la de un buen cristiano, y por eso, para tomar posesión, tuvo que entrar
por la puerta de atrás; por eso sacó a ejército de sus cuarteles y embarcó a la
nación en una guerra absurda contra el narco, que terminó perdiendo y que ha
dejado un saldo de 60 mil muertos y 10 mil desaparecidos; por eso, para parecer
muy demócrata, quiere entregar la banda presidencial a otro ilegítimo, quien
compró la elección, y que además es heredero de alacranes, alimañas, sanguijuelas,
tepocatas y víbora prietas.
Respecto a su conducta durante la campaña electoral de 2012, cabe
recordar algunos elementos de juicio: primero quiso imponer a Ernesto Cordero
como candidato del PAN, luego quiso rodear a Josefina Vázquez Mota de asesores
cercanos a él, que no le resultaron benéficos y finalmente no pudo aguantarse
la tentación de dar su opinión, durante el segundo debate entre candidatos,
atacando un planteamiento de AMLO, con el que luego fue bañado él y su
Secretario de Hacienda, a raíz de la explicación pedagógica magistral, que
diera Fernando Turner. Su actitud, al conocer el resultado del conteo rápido de
la elección presidencial, fue la de reconocer de inmediato la victoria de Peña
y felicitarlo, intentando dar una imagen de demócrata por excelencia; su
pronunciamiento no habría sido tan apresurado ni tan gustoso, si el primer
lugar en votación lo hubiera tenido AMLO.
Por lo que toca a Josefina, hay poco que decir; su campaña estuvo llena
de tropiezos y aunque ella hizo su mejor esfuerzo, no le alcanzó y no le hubiera
alcanzado de ninguna manera. En el segundo debate, se tiró a matar a la
desesperada, atacando a los otros tres candidatos, pero ya era demasiado tarde.
Al concluir la jornada electoral, no obstante que ella también fue directamente
afectada por el monumental fraude del PRI, prefirió no hacer olas, e
inmediatamente después de que se dieron a conocer las encuestas de salida,
favorables a EPN, salió a reconocer que los resultados no le habían favorecido.
Ahora, desde su casa de campaña, está intentando asumir un liderazgo y negociar
con el supuesto ganador algunas condiciones que le sean favorables, antes que
unirse a AMLO para protestar seriamente por el fraude. Al recordar el lejano
1988, es inevitable añorar a Manuel Clouthier, quien sabedor de que obtuvo el tercer
lugar en las votaciones, reconoció en Cuauhtémoc Cárdenas al ganador de la
contienda y denunció el fraude electoral, cuando Carlos Salinas fue declarado
presidente electo.
La campaña de Peña empezó desde hace cinco años, como gobernador del
Estado de México y en Televisa; usando no más de 300 vocablos del castellano,
se ha aprendido de memoria algunos argumentos, ha firmado un larga lista de
compromisos, la mayor parte de ellos intrascendentes, y ha prometido lograr las
mentadas reformas estructurales, que Calderón quiso lograr pero no pudo, porque
el PRI se lo impidió. Casado en segundas nupcias con Angélica Rivera, quien había
sido actriz en muchas telenovelas, Televisa lo trató a él también como estrella,
para construir su imagen, y mucha gente lo percibe ahora de esa manera, como un
político principesco, que merece ser feliz. La estrategia televisiva parecía
encaminada a lograr no sólo que Peña llegara a la presidencia, sino que llegara
como un presidente fuerte, con mayoría en el Congreso; los resultados
electorales indican que no les resultó y no tendrán mayoría ni aún en alianza con el
Verde y con el PANAL; necesariamente habría que negociar con el PRD o con el
PAN en las Cámaras y, por eso, Josefina ya está viendo la forma de negociar con
él, desde ahora.
Quadri fue seleccionado para representar los intereses de un partido
espectral, fundado por Elba Esther Gordillo, el personaje más siniestro de la
política mexicana en los últimos 25 años; su encargo fue exitoso: un candidato
que garantizó una votación suficiente para mantener el registro del partido y le
sirvió de palero a EPN, atacando a los otros dos candidatos y coincidiendo con
él en su política neoliberal. Es una vergüenza para el gremio, que un ingeniero
con cierto reconocimiento, se hubiese prestado a representar un papel tan
lamentable, sólo por la ambición a fama, dinero o poder; porque es imposible no
imaginar lo que estaría dispuesta a pagar la profesora por mantener posición y
privilegios, ahora en “nueva alianza” con el PRI de Peña, como lo hiciera hace
seis años con el PAN de Calderón.
El IFE es el órgano responsable de cumplir con la función estatal de
organizar las elecciones federales de México: la de presidente de los Estados
Unidos Mexicanos y las de diputados y senadores que integran el Congreso de la
Unión. Los medios de comunicación han dicho que, en general, el IFE ha cumplido
satisfactoriamente con su cometido, en cambio las organizaciones no
gubernamentales han hecho duras críticas a la actuación del IFE; Alianza
Cívica, por ejemplo, ha declarado que hubo una gran operación, quizá la mayor
operación de compra y coacción del voto, en la historia del país, y a sabiendas
de las muchas irregularidades denunciadas, el IFE no realizó acciones concretas
para evitarlo, en pro de los derechos político-electorales, y el respeto al
voto libre y secreto; detallaron que 28.4% de los ciudadanos encuestados
dijeron haber estado expuestos al menos a una práctica de compra o coacción del
voto, habiéndose ejercido una presión para votar: a favor del PRI, 71%, a favor
del PAN, 17%, a favor del PRD, 9% y a favor de Nueva Alianza, 3%; señalaron además,
que hubo violación al voto secreto en el 21% de las casillas, destacando la utilización
de niños halcones que acompañaban al elector para observar por qué partido votaba,
acción que resulta doblemente reprobable, por la trampa misma y porque se está
enseñando a los infantes a cometer delitos. La conclusión de su ejercicio de
observación electoral de Alianza Cívica es que la jornada electoral del 1 de
julio no fue limpia ni equitativa.
La FEPADE es un órgano autónomo de la Procuraduría General de la República,
responsable de prevenir y perseguir delitos electorales federales y garantizar
la libertad del sufragio, en favor de la sociedad. Entre los delitos
electorales en estos comicios de 2012, destacan, por su frecuencia: recoger
credenciales de elector, solicitar votos por paga, dádiva, promesa de dinero u
otra recompensa durante las campañas electorales o en la jornada electoral, condicionar
la prestación de un servicio público o el cumplimiento de programas sociales a
cambio del voto a favor de un partido político o candidato, y violar de
cualquier manera el derecho del ciudadano a emitir su voto en secreto. A la
fecha, la FEPADE no ha presentado aún informe actualizado de las denuncias y se
espera que el volumen corresponda a la magnitud de denuncias que aparecen en
las redes sociales. Sin embrago, la titular de la PGR, Marisela Morales, declaró
que la jornada electoral fue tranquila y aunque reconoció que hubo algunas incidencias,
no hubo nada que pusiera en riesgo la seguridad, ni tampoco los comicios.
El Tribunal Electoral es un órgano especializado del Poder Judicial de
la Federación, encargado de resolver controversias en materia electoral,
protegiendo los derechos político-electorales de los ciudadanos. Es a este
Tribunal al que se debe solicitar la anulación de una casilla, de un distrito o
de toda la elección presidencial, siempre que se demuestren causales de nulidad
de votación en una o varias casillas electorales. Es de preocupar que, dos días
después de la jornada electoral, el magistrado presidente, Alejandro Luna Ramos,
hizo una declaración temeraria e irreflexiva, señalando que “nadie ganará en la
mesa lo que no pudo ganar en las urnas” y que “el Tribunal no puede cambiar la
decisión manifestada por la ciudadanía en las urnas”, cuando aún no se habían
terminado de contar los votos.
He excluido en este documento, la crónica relativa a Andrés Manuel
López Obrador, al Movimiento de Regeneración Nacional y al Movimiento Yo Soy
132. Cada uno merece atención aparte; si es posible, lo trataré en otro
momento.
Es muy importante que estemos participando en todas las marchas y mítines
en que se denuncie el fraude electoral; pero lo fundamental para evitar realmente
que Peña sea declarado presidente electo, es que todos colaboremos en la prueba
del fraude ante el Tribunal Electoral. En concreto, lo que hay que probar es
que el número de votos que obtuvo Peña mediante compra o coacción, es mayor que
la diferencia entre el primero y el segundo lugar; y puesto que esto hay que
probarlo casilla por casilla, tenemos que concentrarnos en las casillas en las
que EPN fue primero y AMLO o JVM segundo (no son importantes las casillas en
las que AMLO o JVM hayan ganado), y para ello requerimos de evidencias, de testigos
y de denuncias, preferentemente presentadas ante notario. Como es lógico
suponer, las casillas que más nos interesan son aquellas ubicadas en estados
gobernados por el PRI y en zonas donde la gente tiene mayor necesidad, porque
es ahí donde el PRI pudo haber ofrecido dinero, despensas o materiales de
construcción, a cambio del voto; necesitamos convencer a las personas que hayan
vendido su voto y que estén dispuestas a declarar el hecho, sin ponerlas en
riesgo, por lo que deberemos buscar maneras creativas de protegerlas. Si
logramos probar que hubo fraude en el 25% de las casillas de un distrito
electoral, ganado por el PRI, ese distrito será anulado, y con un número
suficiente de distritos anulados, el ganador ya no sería Peña Nieto; si
logramos probar que hubo fraude en el 25% de todas las casillas instaladas, la
elección electoral será declarada nula y sería necesario volver a realizar la
votación. Tenemos sólo dos meses, julio y agosto, para probar el fraude, ya que
el 6 de septiembre, el Tribunal Electoral tendrá que declarar un presidente
electo, o declarar nulas las elecciones presidenciales. Así que “A TRABAJAR
TODOS EN PROBAR EL FRAUDE, EN FAVOR DE LA DEMOCRACIA EN MÉXICO”. Los jóvenes de
Morena y los del Yo Soy 132, tienen ahí mucho por hacer.